martes, 18 de junio de 2019

#Teschi002
Selección de Poetas
Uno por cada Estado de la República.
Veracruz,
Zacatecas,
Coahuila,
Sonora.

Salvador Díaz Mirón
Nombre de bautizo:
Salvador
Antonio
Edmundo
Espiridión
y Francisco de Paula
Díaz Ibáñez
Puerto de Veracruz, Ver.,
14 de diciembre de 1853 - 12 de junio de 1928,
poeta,
periodista
y profesor.
Tiempo 0:20

La nube
¿Qué te acongoja mientras
que sube del horizonte del mar la nube,
         negro capuz ?
¡Tendrán por ella frescura el cielo,
pureza el aire, verdor el suelo,
         matiz la luz!

No tiembles. Deja que el viento amague
y el trueno asorde y el rayo estrague
         campo y ciudad.
Tales rigores no han de ser vanos...
¡Los pueblos hacen con rojas manos
         la Libertad!
Tiempo 0:40

Sursum
A Justo Sierra

¡Cuán grata es la ilusión a cuyos lampos
tienen perenne vida los amores,
inmarcesible juventud los campos
y embriagadora eternidad las flores!
¡Cuán vívido es el iris que colora,
magia oriental, la suspirada orilla
y a cuyo hermoso resplandor de aurora
radia hasta el fango que después mancilla!
La verdad, sí engrandece la conciencia,
devora el corazón nunca sumiso;
es el fruto del árbol de la ciencia
y siempre hace perder el paraíso.
Mas aunque el bardo mate la quimera
y desvíe y aparte de sus ojos
el prisma encantador, y por doquiera
mire sombras y vórtices y abrojos,
ha de cantar la redentora utopía,
como otra estatua de Memnón que suena
y ser, perdida la esperanza propia,
el paladio de la esperanza ajena!

¡Cuando el mundo, ese Tántalo que aspira
en vano al ideal, se dobla al peso
de la roca de Sísifo, y expira
quemado por la túnica de Neso;
cuando al par tenebroso y centellante
imita a Barrabás y adora al Justo,
y pigmeo con ansias de gigante
se retuerce en el lecho de Procusto;
cuando gime entre horribles convulsiones
para expiar sus criminales yerros,
mordido por sus ávidas pasiones
como Acteón por sus voraces perros;
cuando sujeto a su fatal cadena
arrastra sus desdichas por los lodos,
y cada cual en su egoísta pena
vuelve la espalda a la aflicción de todos;
el vate, con palabras de consuelo,
debe elevar su acento soberano
y consagrar, con la canción del cielo,
no su dolor sino el dolor humano!

Sacro blandón que en la capilla austera
arde sin tregua como ofrenda clara
y consume su pabilo y su cera
por disipar la lobreguez del ara;
vaso glorioso en donde Dios resume
cuanto es amor, y que para alto ejemplo
gasta y pierde su llama y su perfume
por incensar en derredor el templo;
sublime Don Quijote que ambiciona
caer al fin entre el fragor del rayo,
torcida y despuntada la tizona
y abierto y rojo por delante el sayo
ave fénix que en fúlgidas empresas
aviva el fuego de su hoguera dura
y muere convirtiéndose en pavesas
de que renace victoriosa y pura…
¡Eso es el bardo en su fatal destierro!
Cantar a Filis por su dulce nombre
cuando grita el clarín: ¡despierta, hierro!
¡Eso no es ser poeta, ni ser hombre!

Mientras la musa de oropel y armiño
execra el polvo por amar la nube
y hace sus plumas con la fe de un niño
y hacia un azul imaginario sube;
mientras Ofelia, con el pecho herido
por Hamlet y sus trágicos empeños,
marcha a las ondas del eterno olvido
cogiendo flores y cantando sueños;
el numen varonil entra en la arena,
prefiriendo al delirio y al celaje
la ciudad con sus ruidos de colmena
y el pueblo con sus furias de oleaje,
y contempla la tierra purpurada,
y toma y alza, con piedad sencilla,
un montón de esa arcilla ensangrentada...
Y ese montón de ensangrentada arcilla
adquiere vida entre su mano estoica,
vida inmortal y fulgurantes alas,
y en él respira una belleza heroica,
como en la estatua de la antigua Palas.

Guardar silencio y poseer la trompa,
la recia trompa a cuya voz no exigua
vendría a tierra con su estéril pompa
el muro hostil de la ciudad antigua;
ser un Aquiles que a la lid prefiera
recordar a Briseida en el retiro,
aunque Patroclo batallando muera…
¡Eso es mentir a Dios! ¡Pero qué miro!
Cual la crin de un raudal que de alto arranca
tus cabellos se agitan, oh Maestro.
¿Por qué sacudes la cabeza blanca
cual si quisieras arrojar el estro?
¿Por qué no te alzas a la faz de Harmodio
y no repeles, cuando Atenas grita,
esa montaña de calumnia y odio
que sobre tu hombro de titán gravita?
Tu Etna será para tu fuerza flojo,
confía en ti y a tu misión no faltes,
que al hado cruel que lapidó tu arrojo
irá el volcán cuando debajo saltes.

¡Rompe en un himno que parezca un trueno!
El mal impera de la choza al solio,
todo es dolor o iniquidad o cieno:
pueblo, tropa, senado y capitolio.
¡Canta la historia al porvenir que asoma
cómo Suetonio y Tácito la escriben!
¡Cántala así mientras en esta Roma
Tiberios reinen y Seyanos priven!
Abre la puerta al entusiasmo ausente,
mueve de un grito el desusado gonce
y como a chorros de fusión ardiente
vierte en los mimbres el vigor del bronce.
Derrama el verbo cuyos soplos crean
la fe que anima y el valor que salva,
y que a tu acento nuestras almas sean
como tinieblas que atraviesa el alba.
Para el poeta de divina lengua
nada es estéril, ni la misma escoria.
¡Si cuanto bulle en derredor es mengua,
sobre la mengua esparcirás la gloria!
Los peregrinos

Ambos justos recorren la campiña serena
y van por el camino conducente a Emaús.
Encórvanse agobiados por una misma pena:
el desastre del Gólgota, la muerte de Jesús.

El soplo de la tarde perfuma y acaricia,
y aquellos transeúntes hablan de la pasión.
Y en cada tosco pecho desnudo de malicia
se ve saltar la túnica, latir el corazón.

A los cautos discípulos la fe insegura enoja
y los míseros dudan, como Pedro en el mar.
Ocurre que aun los buenos olvidan de congoja
que la virtud estriba en creer y esperar.

Cadena de montículos, cuadros de sembradura
y sangrando en la hierba la lis y el ababol,
y entre filas de sauces de pródiga verdura,
la vía que serpea, encharcada de sol.

La pareja trasuda, compungida y huraña,
en la impúdica gloria de tan pérfido abril,
y el susurro que suena en las hojas amaña
siseos cual de turba profanadora y vil.

Los pobres compañeros se rinden al quebranto
y de súbito miran a su lado al Señor...
Pero los ojos, turbios al arbitrio del Santo,
se confunden, no aciertan a pesar del amor.

El Maestro, venido en sazón oportuna,
acrimina y exhorta más dulce que cruel,
y enseñando cautiva, pues en la voz aduna
armonía y fragancia y resplandor y miel.

Y pregunta y responde a la gente sencilla...
Marcha rizos al viento y razona la cruz.
El pie bulle y se torna, y la planta le brilla
como al remo la pala, que surgida es de luz.

Los andantes arriban al villorio indolente
que salubre y bucólico huele a mística paz,
y las mozas, que acuden al pretil de la fuente,
los acogen con risas de indiscreto solaz.

Y los tres se introducen en humilde casona…
Y en la rústica mesa, la Sagrada Persona
parte, bendice y gusta la caliente borona…
y disípase luego, como el humo fugaz.


---
Enrique Fernández Ledesma
Pinos, Zacatecas, 15 de abril de 1888
- Ciudad de México, 9 de noviembre de 1939
escritor,
poeta,
crítico literario,
bibliotecario
y académico mexicano.

obra


Con la sed en los labios,
y con la rosa abierta
en la mitad del pecho,
y una zozobra incierta en los ojos. . .
Así, pendiente de la Vida :
— una mano cubriendo la pectoral herida,
la otra tendiéndose al vecino rosal —
estoy de pie, aguardando la Quimera encendida . . .
(Tal un retrato antiguo, sigiloso y discreto
que pudiera llamarse El Caballero Inquieto.)

Mi jardín, mis rosales, mi surtidor, mi fuente . . .
Un sol bien educado y una brisa clemente.
Pero a veces, la brisa se encrespa en lo empinado
de mis corteses frondas,
y un sol apasionado enciende el escenario...
Y es mi decoración
hecha con las purpúreas tintas del corazón!
...
Mi surtidor lunático despeina su torrente,
y la cortina de' su chorro intermitente,
se columpia a las brisas paganas de Verlaine,
o cruza por los huertos insignes de Rubén.

Pero mi surtidor es mío, y su claro son
es siempre el contracanto de mi propia canción.

Sus ondas se derraman por el valle sagrado
de las Siete Virtudes y del Solo Pecado.
Y así, mis aguas corren por las quiebras divinas
azotando los flancos de ingrávidas ondinas .
en un espiritual impulso estilizado;
o bien, por entre Cándidas vertientes pueblerinas
acarician el musgo del paterno cercado,
o humedecen las plantas cautelosas y finas
de las doncellas de' mi predio sosegado...

Y luego de seguir las huellas peregrinas
del peregrino tránsito de todas las mujeres,
van a morir al golfo dorado de Citeres !

¡ Mi corazón dolido, mi corazón doliente ;
mi corazón absurdo, fulgente y refulgente . . . !

¿Mi corazón? Es como' una monja Clarisa:
una mitad suspiro y otra mitad sonrisa.

Mas a veces la entraña se incendia en su camino ;
el corazón dramático quema su vellocino;
gira, solloza, clama. . . y en la zozobra rueda
como un cisne sonámbulo que ha perdido a su Leda !

¡ Mi alma, mi conciencia, mis anhelos . . . ! Acaso
son estas tres dolencias la llama de un fracaso.
Siempre la llama, siempre' la sed,
siempre el com- pendio
de todas las hogueras en mi trémulo incendio !
ERAS COMO UN PERFUME

Yo escuchaba tu risa
en la tarde vacía y encalmada
de aquel domingo de provincia. Siempre
reías, aunque hablaras
de solemnes protestas
o de la lluvia. . . Iban tus palabras
en un vaivén confuso
de temas incoherentes
o de efusivas pláticas,
mientras tu personilla
se engreía, confiada
a mis hipérboles admirativas...

Así, bajo la palma
de ramajes exóticos
de frescura pródiga, me dabas
la sensación inquietadora de esos
novísimos perfumes : una ráfaga
LA ORACIÓN DEL POETA
A la memoria luminosa
y risueña de mis padres.
I
Señor : en esta época sombría,
en esta edad inquieta
de anhelos insaciados y de fría
complicación secreta
de análisis y de psicología,
quiero que se levante
del fondo de mi postrer desengaño,
aquella prez vibrante
en un grito magnífico y seguro,
y que aparezca mi candor de antaño
confiado y feliz, bárbaro y puro.

Entonces, yo podría,
acallando mis tácitos latidos
y refrenando mi melancolía,
remontar la corriente
diáfana de los años convividos
en mi salvaje unción de adolescente ;
y en un anhelo fervoroso y ávido,
con mi ala rozar la transparente
escala de Jacob: un hilo ingrávido
de luz y de pureza,
en que asciendan mi escepticismo pávido
hecho consolación y fortaleza,
y mi heroica tristeza
hecha humildad ...

Entonces, preparado
para inundar mi espíritu en la esencia
del divino espectáculo,
me sentiría más purificado
con esta regresión a mi inocencia
que con el sacro Pan del Tabernáculo.
II
Y rompería mi emoción inquieta
con aquella feliz salutación
diáfana del diáfano poeta,
con aquella seráfica oración
que vibra, pura, en su virtud secreta
y aun hace estremecer mi corazón:

Señor, Divino Fuego:
Tú eres Misericordia, yo soy ruego. . .
Y saldría del fondo de mi pena
aquel valiente grito
hecho dolor y f e . . . Y en la serena
comba del Infinito,
y a través de la Escala visionaria,
iría mi plegaria
en un turbado y tembloroso grito.
III
Señor: yo te bendigo
porque has juntado tu Bondad conmigo,
porque en mi soledad, callada y fría
uniste tu Tristeza con la mía,
tu Divina Tristeza,
que es un ampo de luz en mi maleza.

Te bendigo, Señor, por las suaves
cosas que hiciste : las pupilas graves
de la casta doncella : la sonrisa
del niño; los suspiros y el quebranto;
la piedad, la humildad, y la sumisa
pena de amor y el llanto ;
y por el desamparo temeroso,
y por el desconsuelo silencioso,
y por el resignado desamor,
te bendigo, Señor.

Señor: y por la cándida inconsciencia
del niño y del anciano ;
por sus almas en paz, por la inocencia
del rizo rubio y del cabello cano.

Y por mis penas y mis alegrías,
y por los claros días
de mi niñez, que salvan la distancia
del tiempo y del olvido, en el recuerdo
de una suave y recóndita fragancia.

Y porque todavía
llevo sobre mi frente una corona
de juventud; y porque la ironía,
desvanecida en una trasparencia
y en una señorial melancolía
se ha tornado indulgencia.

Señor: y por tu límpida y secreta
Bondad ; por la virtud de tu Eficacia,
y por la insigne gracia
de haberme hecho poeta.

Porque aún guías mi pulso
para escribir la frase armoniosa,
porque aún me pones el secreto impulso
de amar tu Voluntad en cada cosa . . .

Señor: y porque hiciste
el alma mía complicada y triste
y la purificaste en el dolor,
te doy gracias, Señor!

Y cuando el cuerpo inerte
se disgregue del alma dolorida,
cuando acabe mi suerte
en la trágica hora estremecida,
haz que sea mi muerte
como un suspiro de dolor de amor,
como un desvanecido resplandor
que tiemble en la ribera presentida
del Más Allá, como un leve fulgor
tibio y manso ; como una despedida
sin rencor a la Vida . . .
Y por este dolor,
cercano a la Verdad del Infinito,
te doy gracias, Señor . . .
Y mi agónico grito
diga tres veces que seas bendito !
...
EL HORARIO DE LAS ALMAS
Para Antonio Caso.
En el anillo de tu danza
que tus nimios pasos coronan
eres un Ancla de esperanza,
y a la vez centrífugo impulso . . .

Y las conciencias se abandonan
bajo tu pas-a-deux convulso.

Contrapunto de la Quimera ;
registro de estremecimientos;
alcázar de la pordiosera
conciencia triste y volandera ;
Encíclica de los momentos
universales . . . Tu carrera
cruza por la celeste esfera
como la Rosa de los Vientos !

Eres el justo corolario
de los minutos, a través
de la zozobra ... Y el horario
de las almas está en tus pies,

Tu baile espasmódico baña
en sudor las frentes ... Y un grito
sale de la convulsa entraña
de los humildes hombres: Eres
la libélula de Citeres
que danza en un hilo de araña
por la comba del Infinito.

(Este poema estrafalario
es el latido cardinal
de mi corazón de Templario ;
y es la brasa de mi incensario
que ha consagrado tu ritual
en un lírico Novenario.)

Bajo los puntos suspensivos
de tus pies, mi raza palpita.
Y en los instantes decisivos
de tu jarabe, precipita
su sangre en un bronco raudal
que circunda a la Sulamita
criolla... Y cual botín triunfal,
quedan las plumas del quetzal
y el recio fruto del nopal
bajo tu planta moscovita
y celestial !

Bordas, en las notas de Lighen
arduos mimos, insignes farsas,
y entonces las almas te siguen
obedientes como comparsas.

Ya tu silueta se desprende
del ton - ton fatuo, y a través
de sus blondas lúcidas, es
un pensamiento que se enciende.

Y Psíquis, trémula, desciende
de tus pupilas a tus pies !

Ahora el alma es celestial
y musical . . .
(tú la envuelves en un cendal
de meridiano y de confín.)

Y el alma es tal,
como un ánfora de cristal
que tocas en los bordes, con
el vértice de tu chapín !
---
Manuel Acuña Narro
Saltillo, Coahuila; 27 de agosto de 1849​
Ciudad de México; 6 de diciembre de 1873
poeta

Nocturno a Rosario
I
¡Pues bien!, yo necesito
decirte que te adoro,
decirte que te quiero
con todo el corazón;
que es mucho lo que sufro,
que es mucho lo que lloro,
que ya no puedo tanto,
y al grito que te imploro
te imploro y te hablo en nombre
de mi última ilusión.
II
Yo quiero que tú sepas
que ya hace muchos días
estoy enfermo y pálido
de tanto no dormir;
que ya se han muerto todas
las esperanzas mías,
que estan mis noches negras,
tan negras y sombrias,
que ya no sé ni dónde
se alzaba en porvenir.
III
De noche cuando pongo
mis sienes en la almohada,
y hacia otro mundo quiero
mi espíritu volver,
camino mucho, mucho
y al fin de la jornada
las formas de mi madre
se pierden en la nada,
y tú de nuevo vuelves
en mi alma a aparecer.
IV
Comprendo que tus besos
jamás han de ser míos;
comprendo que en tus ojos
no me he de ver jamás;
y te amo, y en mis locos
y ardientes desvaríos
bendigo tus desdenes,
adoro tus desvíos,
y en vez de amarte menos
te quiero mucho más.
V
A veces pienso en darte
mi eterna despedida,
borrarte en mis recuerdos
y huir de esta pasión;
mas si es en vano todo
y mi alma no te olvida,
¿qué quieres tú que yo haga
pedazo de mi vida?
¿qué quieres tú que yo haga
con este corazón?
VI
Y luego que ya estaba
concluido el santuario,
la lámpara encendida
tu velo en el altar,
el sol de la mañana
detrás del campanario,
chispeando las antorchas,
humeando el incensario,
y abierta allá a lo lejos
la puerta del hogar...
VII
¡Que hermoso hubiera sido
vivir bajo aquel techo.
los dos unidos siempre
y amándonos los dos;
tú siempre enamorada,
yo siempre satisfecho,
los dos, un alma sola,
los dos, un solo pecho,
y en medio de nosotros
mi madre como un Díos!
VIII
¡Figúrate qué hermosas
las horas de la vida!
¡Qué dulce y bello el viaje
por una tierra así!
Y yo soñaba en eso,
mi santa prometida,
y al delirar en eso
con alma estremecida,
pensaba yo en ser bueno
por ti, no más por ti.
IX
Bien sabe Díos que ese era
mi más hermoso sueño,
mi afán y mi esperanza,
mi dicha y mi placer;
¡bien sabe Díos que en nada
cifraba yo mi empeño,
sino en amarte mucho
en el hogar risueño
que me envolvió en sus besos
cuando me vio nacer!
X
Esa era mi esperanza...
mas ya que a sus fulgores
se opone el hondo abismo
que existe entre los dos,
¡adiós por la última vez,
amor de mis amores;
la luz de mis tinieblas,
la esencia de mis flores,
mi lira de poeta,
mi juventud, adiós!
---
Abigael Bohórquez
Caborca, Sonora. 1936
- Hermosillo, Sonora. 1995
poeta
y dramaturgo
mexicano.
En su obra poética sobresalen los motivos homoeróticos,
la autocompasión del yo lírico,
y las reflexiones metapoéticas.
Gran parte de su poesía es lúdica,
lo que complejiza su estructura
y la hace más atractiva.

Llanto por la Muerte de un Perro
Hoy me llegó la carta de mi madre
y me dice, entre otras cosas: —besos y palabras—
que alguien mató a mi perro.
“Ladrándole a la muerte,
como antes a la luna y al silencio,
el perro abandonó la casa de su cuerpo,
—me cuenta—,
y se fue tras de su alma
con su paso extraviado y generoso
el miércoles pasado.
No supimos la causa de su sangre,
llegó chorreando angustia,
tambaleándose,
arrastrándose casi con su aullido,
como si desde su paisaje desgarrado
hubiera
querido despedirse de nosotros;
tristemente tendido quedó
—blanco y quebrado—,
a los pies de la que antes fue tu cama de fierro.

Lo hemos llorado mucho…”
Y, ¿por qué no?
yo también lo he llorado;
la muerte de mi perro sin palabras
me duele más que la del perro que habla,
y engaña, y ríe, y asesina.

Mi perro siendo perro no mordía.
Mi perro no envidiaba ni mordía.
No engañaba ni mordía.
Como los que no siendo perros descuartizan,
destazan,
muerden
en las magistraturas,
en las fábricas,
en los ingenios,
en las fundiciones,
al obrero,
al empleado,
el mecanógrafo,
a la costurera,
hombre, mujer,
adolescente o vieja.

Mi perro era corriente,
humilde ciudadano del ladrido-carrera,

mi perro no tenía argolla en el pescuezo,
ni listón ni sonaja,
pero era bullanguero, enamorado y fiero.

A los siete años tuve escarlatina,
y por aquello del llanto y el capricho
de estar pidiendo dinero a cada rato,
me trajeron al perro de muy lejos
en una caja de zapatos. Era
minúsculo y sencillo como el trigo;
luego fue creciendo admirado y displicente
al par que mis tobillos y mi sexo;
supo de mi primera lágrima:
la novia que partía,
la novia de las trenzas de racimo y de la voz de lirio;
supo de mi primer poema balbuceante
cuando murió la abuela;
al perro fue en su tiempo de ladridos
mi amigo más amigo.

“Ladrándole a la muerte,
como antes a la luna y al silencio,
el perro abandonó la casa de su cuerpo
—dice mi madre—
y se fue tras de su alma —los perros tienen alma:
una mojadita como un trino—
con su paso extraviado y generoso
el miércoles pasado…”

Ay, en esta triste tristeza en que me hundo,
la muerte de mi perro sin palabras
me duele más que la del perro
que habla,
y extorsiona,
y discrimina,
y burla;
mi perro era corriente,
pero dejaba un corazón por huella;
no tenía argolla ni sonaja,
pero sus ojos eran dos panderos;
no tenía listón en el pescuezo,
pero tenía un girasol por cola
y era la paz de sus orejas largas
dos lenguas de diamantes.
Canciones de soledad para no estar tan solo  
Y digo entonces
para no estar tan solo,
que ésta es mi voz,
no otra;
la que se duerme en ti:
soledad en mi casa
de terrestre ceniza y flor remota;
y desde ti me nombro
puerta quemada, ojo
que el amor se ha comido,
topacio de la oscura violencia,
mordedura del hombre donde, acaso,
estuvo alguna vez el paraíso.
Y digo entonces que no es
mi voz;
que es otra: ésta;
porque pensar en ti
es un poco pensar en todo
lo que ha precedido,
en todo lo que vendrá después
y en lo que no será nunca
y estoy triste
por todo esto demasiado tarde
o demasiado temprano;
y digo que estaré esperando,
aún sin esperanzas,
de regreso de todo,
hasta de ti,
aunque ni a ti te importe
y no escuches.

Salí a reconocerme por la ciudad
y me encontré de pronto, convocado,
vuelto a punta de pies hasta mi origen,
—puedes vestirte ya—,
náufrago de mi niñez;
—muerte, desentúmete un poco—
y acabo de dejarte,
y te has ido de nuevo,
y digo entonces
que no es ésta mi voz,
que es otra,
la que tú te llevaste,
la que tienes
y he me ahora, aquí,
preguntando para qué soy,
para qué sirvo,
para qué la poesía,
qué cumplo,
preguntando:
cómo es mi voz, dónde,
dónde tú, en cuál lugar,
dónde el amor, con quién,
qué caso tiene el amor
y nadie…
nadie…
y desnudo y pequeño y regresado
me abro
a llorar
Finale
Pero voy a partir,
aprendiz amantísimo
que ha sido carne cerca y desunida,
potrillo dulcemente conseguido,
niño sureal de corazón dorado,
pero voy a partir,
acércate de nuevo,
búscame y estremécete,
desnúdate y traspásame,
gime y hazme gemir,
no me des tregua,
asuélame,
para bien, para mal, para cualquier suerte,
di palabras que no entienda, pero que necesito,
y en un estruendo líquido y profundo:
qué gana de morirnos en plenitud de buenos camaradas
que se han hecho el amor
como quien dijo: hágase la alegría,
y se hizo.
...
B.A. y G. Frecuentan los hoteles, 1988

Donde la furtivez solapa
y hotelea
un sin número de élitros y lenguas;
donde nombres de anónimos quereres
quedan escritos sobre las paredes;
y quejumbres,
lamidas y morderes, redes,
mamaduras y fajes
dejan tan solo un corazón pintado
con dos nombres,
un dardo y una fecha,
allá en Guadalajara,
donde también nosotros dibujamos
un corazón, dos nombres, una fecha,
mi nombre Abigael me protegía,
el tuyo era
perversita menesterosa G.
en la pared abyecta.

Había uno: aquí estuvo la lágrimas
y otro: aquí cogió tu abuela;
luego un rayo de sol, exactamente
donde existió un espejo,
se astilló contra el muro
en el que vana gloria se leía:
aquí no ha estado nadie como yo la pelos,
y amaneció la muerte
de abrir y desamores agotada.

Pero ahí quedarán murales,
trasnochados,
amanecidos,
crudos,
nuestros nombres opresos
de un desvencijado william tel ero cuore
oh tel hotel sepulcro inagotable.
No faltará quién diga estos también
y pintarán el suyo
con la ilusa inocencia
de perdurar o de seguir pintando
en el próximo ohtel y el otro, el otro,
calentaduras, axilas, entreabrires,
y un nuevo corazón:
Arriba el culo.
Este cuarto tiene cama de piedra,
buró de piedra,
silla de piedra,
tocador de piedra;
que sea para bien,
mientras el convidado
no se vuelva también de espaldas
y se ponga.
---
#LaCitaExtrañaCon
#CiberDemosCratos
#DigitalNewsPaperForXYZPeople
by #HábitatUniversalizability
---
Vocabulario:
Fuentes comunes:

capuz
Del fr. capuce, y este del it. cappuccio.
1. m. capucha (‖ pieza para cubrir la cabeza).
2. m. chapuz1.
3. m. Vestidura larga y holgada, con capucha y una cola que arrastraba, que se ponía encima de la ropa, y servía en los lutos.
4. m. Cierta capa o capote que antiguamente se usaba por gala.
La Iproclozida
(conocida también como Sursum o Sinderesin)
es un inhibidor de la monoaminooxidasa (IMAO) irreversible
y no selectivo derivado de la hidrazina
que fue utilizado como antidepresivo;
sin embargo,
actualmente su producción y comercialización está discontinuada
debido principalmente a que existen antecedentes
respecto a que causaría hepatitis fulminante,
mientras que se han reportado al menos tres fallecimientos
asociados a la administración de este medicamento.
lampos
lampo
Del it. lampo 'relámpago', der. de lampare 'relampaguear', este del lat. tardío lampāre 'brillar', y este del gr. λάμπειν lámpein.
1. m. poét. Resplandor o brillo pronto y fugaz, como el del relámpago.
perenne
Del lat. perennis.
1. adj. Continuo, incesante, que no tiene intermisión.
2. adj. Bot. Que vive más de dos años.
inmarcesible
Del lat. immarcescibĭlis.
1. adj. Que no se puede marchitar.
En la mitología griega,
Memnón (Mέμνων) fue un rey de Etiopía,
hijo de Titono y Eos, la diosa de la aurora,
y sobrino de Príamo.
Durante la Guerra de Troya,
formó un ejército para la defensa de la ciudad,
y fue muerto por el guerrero griego Aquiles
como venganza por la muerte de Antíloco.
Tras su muerte,
su madre envió a sus hermanos,
los cuatro vientos (el del Norte, el del Sur, el del Este y el del Oeste)
a recoger su cadáver.
Eos no cesó de llorar
la muerte de su hijo en toda la noche,
y sus lágrimas aún se pueden ver
en todas las mañanas de frío,
en forma de rocío.
Conmovido por el dolor de Eos,
Zeus le concedió a Memnón la inmortalidad.
La muerte de Memnón es relatada ampliamente
en el poema épico Etiópida,
escrito después que la Ilíada,
sobre el siglo VII a. C.
Quinto de Esmirna también habla
sobre la muerte de Memnón
en su poema Posthoméricas.
El paladio se usa principalmente en los convertidores catalíticos.
También se usa en la joyería,
en odontología,
relojería,
en las tiras reactivas
para comprobar los niveles de azúcar en la sangre,
en las bujías de los aviones
y en la producción de instrumentos quirúrgicos
y contactos eléctricos.
El paladio se usa también
para hacer flautas traveseras profesionales.
Como en los productos básicos de metales preciosos,
el paladio está codificado:
estándar internacional ISO 4217 como XPD y 964.
El paladio es uno de los cuatro metales
que tiene códigos en dicho estándar,
los otros son: oro, plata y platino.
Detalle de la pintura Tiestes (Thyestes),
de Gioacchino Assereto,
en el que se ve a Tántalo,
abuelo de Atreo y Tiestes.

En la mitología griega,
Tántalo
(en griego antiguo Τάνταλος Tántalos)
era un hijo de Zeus y la oceánide Pluto,
rey de Frigia
o del monte Sípilo en Lidia (Asia Menor).
Se convirtió en uno de los habitantes del Tártaro,
la parte más profunda del Inframundo,
reservada al castigo de los malvados.
Fue padre de Pélope,
Níobe
y Bróteas con la pléyade Dione.
Robert Graves dice que su esposa
también pudo ser Euritemista
(una hija del dios-río Janto),
Eurianasa (hija del dios-río Pactolo)
o Clitia (hija de Anfidamante).
Persephone supervising Sisyphus
in the Underworld,
Attica black-figure amphora (vase),
c. 530 BC,
Staatliche Antikensammlungen

En la mitología griega,
Sísifo (Σίσυφος)
fue fundador y rey de Éfira
(nombre antiguo de Corinto).
Era hijo de Eolo y Enareta,
y marido de Mérope.
Hay tradiciones que indican
que fue padre de Odiseo con Anticlea,
antes de que esta se casase
con su último marido, Laertes.
Es conocido por su castigo:
empujar cuesta arriba por una montaña una piedra que,
antes de llegar a la cima,
volvía a rodar hacia abajo,
repitiéndose una y otra vez
el frustrante y absurdo proceso.
En la mitología griega
Neso
(en griego Νεσσος Nessos;
en latín Nessus)
era un famoso centauro,
hijo de Ixión y Néfele, una ninfa-nube
a la que Zeus había dado la forma de Hera.
En un acceso de lujuria,
intentó raptar a Deyanira,
la esposa de Heracles.
Éste vio a Neso intentando violar a su esposa
desde el otro lado del río Eveno
y le disparó una flecha envenenada
de la sangre de la Hidra de Lerna
(la cual aniquilo en uno de sus doce trabajos)
al pecho.
Como último acto de maldad, mientras agonizaba,
Neso le dijo a Deyanira
que su sangre aseguraría
que Heracles le fuese siempre fiel.
Deyanira le creyó,
y cuando su confianza en Heracles empezó a menguar,
untó una camisa con la sangre
y se la dio a su marido,
quien murió lenta y dolorosamente
cuando la camisa quemó
(con llamas reales o por el calor del veneno)
su piel,
recuperándose luego de escapar del Hades.
...
Barrabás
es un personaje citado
en el Nuevo Testamento,
concretamente en relación
con el proceso de Jesús ante Poncio Pilato.
Según Marcos y Lucas,
estaba encarcelado por haber participado en un motín
en el que se había cometido un homicidio
(Mc 15:7; Lc 23:19);
Juan indica que era un bandolero (Jn 18:40);
y Mateo,
se refiere a él sencillamente
como “un preso famoso” (Mt 27:16).
La pena para su crimen habría sido la crucifixión,
pero según las escrituras de los evangelios
habría existido una tradición
que permitiría o requeriría
que Pilatos indultara a un preso sentenciado a muerte
durante la Pascua mediante aclamación popular.
A la gente reunida
(“ochlos”,
que se convirtió en “los judíos”
o “la multitud” en las traducciones)
se le ofreció la opción de liberar a Jesús
o a Barrabás.
Se habría aclamado popularmente
la liberación de Barrabás,
con la consecuente crucifixión de Jesús.
Justo de…., mártir paleocristiano
...
Pigmeo
(del griego πυγμαῖος pygmaios ‘
del tamaño de un puño’)
es el término usado
para referirse a una serie de grupos humanos
cazadores-recolectores
que viven en selvas ecuatoriales africanas
y que se caracterizan por su baja estatura:
los hombres miden menos de 1,5 metros de media.

Los pigmeos se encuentran situados
en el centro de África (región del Congo).
A veces se llama también pigmeos
a los aborígenes de menor talla
del sureste de Asia y otras regiones.
Los grupos más estudiados son
los mbuti de la selva de Ituri
en la República Democrática del Congo,
que fueron el tema de un estudio
de Colin Turnbull (The Forest People, 1962).
Entre los demás grupos africanos
están los aka, baka, binga, efé, gok y twa.

Cazan con redes, flechas y jabalinas
antílopes, monos, cerdos, aves
y otros animales,
recolectan frutas, tubérculos y miel
y además practican intercambios
con los pueblos vecinos
y algunos trabajan para esos vecinos,
de quienes en la mayoría de los casos
han adoptado el idioma.
Existen algunas palabras comunes
para las tribus pigmeas africanas,
aún las más separadas,
lo que indica que en el pasado
podrían haber tenido una lengua común.
Una de esas palabras
es el nombre del espíritu de la selva, Jengi.

Sus primeras referencias históricas
las recoge Heródoto de Halicarnaso
en su libro 2, Euterpe,
con la fábula de Etearco.
Teseo
(vestido con ropas transparentes)
y Procusto
(casi acostado en su famoso lecho);
lado A de un ánfora ática de figuras rojas (470 a. C.)
pintada por Alquímaco,
proveniente de Nola (cerca de Nápoles)

En la mitología griega,
Procusto
(del griego antiguo Προκρούστης Prokroústês
o Procrustes, ‘estirador’),
también llamado Damastes
(‘avasallador’ o ‘controlador’),
Polipemón (‘muchos daños’)
y Procoptas,
era un bandido y posadero del Ática
(o según otras versiones a las afueras de Eleusis).
Se le consideraba hijo de Poseidón,
y en algunas versiones era un gigante.
Con su esposa Silea fue padre de Sinis.
Mito:
Procusto tenía su casa en las colinas,
donde ofrecía posada al viajero solitario.
Allí lo invitaba a tumbarse
en una cama de hierro donde,
mientras el viajero dormía,
lo amordazaba
y ataba a las cuatro esquinas del lecho.
Si la víctima era alta
y su cuerpo era más largo que la cama,
procedía a serrar las partes del cuerpo
que sobresalían:
los pies y las manos o la cabeza.
Si, por el contrario,
era de menor longitud que la cama,
lo descoyuntaba a martillazos hasta estirarlo
(de aquí viene su nombre).
Según otras versiones,
nadie coincidía jamás con el tamaño de la cama
porque Procusto poseía dos,
una muy larga
y otra demasiado corta,
o bien una de longitud ajustable.
Acteón
(en griego antiguo Άκταίων Aktaiôn)
era, en la mitología griega,
un célebre cazador iniciado en este arte
por el centauro Quirón,
también maestro de Aquiles.
Hijo de Aristeo y Autónoe de Beocia,
sufrió la ira de Artemisa
(Diana,
en el caso de la romanización de la leyenda,
según, por ejemplo, la versión de Ovidio).
La historia también es narrada
por Higino, Pausanias, Euripides,
Calímaco y Esquilo,
entre otros autores clásicos.
Mito:
Artemis,
consagrada a la castidad,
estaba bañándose desnuda
en los bosques cercanos
a la ciudad beocia de Orcómeno,
cuando Acteón la encontró casualmente.
Se detuvo y se quedó mirándola,
fascinado por su belleza enajenante.
Como castigo, Artemis lo transformó en un ciervo
por la profanación de ver su desnudez
y sus virginales misterios,
y envió a los propios sabuesos de Acteón,
cincuenta,
a que lo mataran.
Estos lo hicieron pedazos
y devoraron sus carnes,
para después
buscar a su amo por el bosque, sollozando.
Entonces,
encontraron al centauro Quirón,
quien,
para consolarlos,
construyó una estatua de su difunto dueño.
Según cuenta Ovidio
en Las metamorfosis (libro III, 151-252),
la diosa estaba acompañada
de su séquito de ninfas.
En otra versión de la leyenda,
Acteón alardeó de ser mejor cazador que Artemisa,
por lo que ésta lo transformó en un venado
que fue devorado por sus propios perros de caza.
Existen paralelismos
entre la historia de Acteón
y la ceguera de Tiresias,
que perdió la vista como castigo
por ver desnuda a Atenea,
y entre Acteón y el mito caldeo
y fenicio de Aqht y la diosa Anat.
...
vate
Del lat. vates.
1. m. y f. cult. poeta (‖ persona que compone obras poéticas).
2. m. adivino.
...
blandón
Del fr. brandon, y este der. del germ. *brand 'tizón encendido'.
1. m. Vela gruesa de cera con una mecha.
2. m. Candelero grande en que se ponen los blandones.
lobreguez
De lóbrego.
1. f. oscuridad (‖ falta de luz).
2. f. Densidad muy sombría de un bosque.
ara
Del lat. ara.
1. f. Altar donde se celebran ritos religiosos.
2. f. Losa o piedra consagrada, que suele contener reliquias de algún santo, que se ponía sobre el altar y sobre la cual extendía el sacerdote los corporales para celebrar la misa.
3. f. altar (‖ mesa consagrada).
fragor
Del lat. fragor, -ōris.
1. m. Ruido estruendoso.
tizona
Por alus. a Tizona,
nombre de la célebre espada del Cid.
1. f. espada (‖ arma blanca).
La Tizona o Tizón
es una de las espadas
(junto a la Colada)
que la tradición
o la literatura atribuye al Cid Campeador.
Según el Cantar de mio Cid
(compuesto hacia 1200)
la Tizón (su nombre hasta el siglo XIV)
pertenecía al rey Búcar de Marruecos
y el Cid se la ganó en Valencia.
...
sayo
Del lat. sagum, voz de or. celta.
1. m. Prenda de vestir holgada y sin botones que cubría el cuerpo hasta la rodilla.
2. m. coloq. vestido (‖ prendas con que se cubre el cuerpo).
...
fúlgido, da
Del lat. fulgĭdus.
1. adj. Brillante, resplandeciente.
pavesa
Del lat. vulg. *pulvisia,
y este der. del lat. pulvis, -ĕris 'polvo'; cf. povisa.
1. f. Partecilla ligera
que salta de una materia inflamada
y acaba por convertirse en ceniza.
bardo
Del lat. bardus,
voz de or. celta; cf. irl. ant. bard y galés bardd 'poeta'.
1. m. Poeta de los antiguos celtas.
2. m. Poeta heroico o lírico de cualquier época o país.
Filis
(en griego antiguo, Φυλλίς, Phyllis)
es un personaje femenino de la mitología griega.
Era la hija de Licurgo, rey de Tracia,
y se casó con Demofonte, hijo de Teseo,
mientras pasaba por Tracia
cuando regresaba a casa
después de la guerra de Troya.
Demofonte, llamado por el deber a Grecia,
regresó a su hogar para ayudar a su padre,
abandonando a Filis.
Entonces ella le envió un ataúd consagrado a Rea,
pidiéndole que solo lo abriera
cuando él perdiera la esperanza de regresar.
A partir de aquí, la historia varía.
En una versión,
Filis se suicida ahorcándose en un árbol.
En el lugar en donde la entierran,
crece después un almendro
que florecerá al regreso de Demofonte.
En una segunda versión de la historia,
Demofonte al abrir el ataúd
se horrorizó por lo que vio,
montó a horcajadas en su caballo
y se lanzó a galope tendido:
murió desmontado cayendo sobre su espada.
Esta historia aparece notablemente posible
en el Libro II de la epopeya epistolar
de Ovidio Heroidas (Heroínas),
y también aparece en la obra de Calímaco.
Los Nueve Caminos se derivan
de la historia de Filis,
que se dice que regresará nueve veces
a las orillas esperando el regreso de Demofonte.
Filis también
es un personaje muy frecuente en la poesía pastoril:
la pastorcilla sencilla, encantadora y enamorada.
El poeta español Lope de Vega
escribió un ciclo acerca de ella.
oropel
Del fr. ant. oripel.
1. m. Cosa de poco valor y mucha apariencia.
2. m. Adorno o requisito de una persona.
3. m. Lámina de latón,
muy batida y adelgazada,
que imita al oro
...
Ofelia
es un personaje ficticio de la obra de teatro Hamlet,
de William Shakespeare.
Es una joven de la nobleza de Dinamarca,
la hija de Polonio,
hermana de Laertes
y enamorada del Príncipe Hamlet.
numen
Del lat. numen.
1. m. Deidad dotada de un poder misterioso y fascinador.
2. m. Cada uno de los dioses de la mitología clásica.
3. m. musa (‖ inspiración del artista).
...
celaje
De cielo y -aje.
1. m. Aspecto que presenta el cielo cuando hay nubes tenues y de varios matices. U. m. en pl.
2. m. Conjunto de nubes. U. m. en marina.
3. m. Claraboya o ventana.
4. m. Parte superior de una claraboya o de una ventana.
5. m. Presagio, anuncio o principio de lo que se espera o desea.
estoico, ca
Del lat. Stoĭcus,
y este del gr. Στωϊκός Stōïkós,
der. de στοά stoá 'pórtico',
por el paraje de Atenas
así denominado en el que se reunían estos filósofos.
1. adj. Fuerte, ecuánime ante la desgracia.
2. adj. Perteneciente o relativo al estoicismo.
3. adj. Dicho de un filósofo: Que sigue la doctrina del estoicismo. U. t. c. s.
estoicismo
De estoico e -ismo.
1. m. Fortaleza o dominio sobre la propia sensibilidad.
2. m. Fil. Escuela fundada por Zenón y que se reunía en un pórtico de Atenas.
3. m. Fil. Doctrina de los estoicos.
En la mitología griega, Atenea
(del griego ático Ἀθήνα, transl.
Athēnē, o Ἀθηναίη, Athēnaiē),
también conocida como Palas Atenea
(Παλλὰς Aθήνα)
es la diosa de la guerra,
la civilización,
sabiduría,
estrategia en combate,
de las ciencias,
de la justicia
y de la habilidad.​
Fue una de las principales divinidades
del panteón griego
y una de los doce dioses olímpicos.
Atenea recibió culto en toda la Grecia Antigua
y en toda su área de influencia,
desde las colonias griegas de Asia Menor
hasta las de la península ibérica
y el norte de África.
Su presencia está atestiguada
hasta en las proximidades de la India.
Por ello su culto tomó muchas formas
e incluso tuvo una extensión considerable
hasta el punto de que su figura fue sincretizada
con otras divinidades en las regiones aledañas
al Mediterráneo.
En la mitología romana se la adoraba
con el nombre de Minerva.
exiguo, gua
Del lat. exiguus.
1. adj. Insuficiente, escaso.
estro
Del lat. oestrus 'tábano', 'locura', 'inspiración poética', y este del gr. οἶστρος oîstros.
1. m. Inspiración ardiente del poeta o del artista.
2. m. Mosca parda vellosa, cuyas larvas son parásitos internos de mamíferos. Hay varias especies, que atacan a distinto tipo de ganado, como el estro de la oveja, del buey, etc.
3. m. Zool. Período de celo o ardor sexual de los mamíferos.
...
Harmodio
(en griego Ἁρμόδιος / Harmodios (fallecido en 514 a. C.)
y Aristogitón
(Ἀριστογείτων / Aristogeitôn (fallecido en 514 a. C.)
fueron conocidos
como los Tiranicidas,
por asesinar a Hiparco de Atenas.

Aristogitón era un ateniense de clase media.
Su joven amante, Harmodio,
pertenecía a una noble familia de Atenas.​
Harmodio, ofendido por Hiparco,
uno de los Pisistrátidas,
que impidió que su hermana formara parte
de las canéforas en la procesión de las Panateneas,​
decide acabar con los tiranos
con la ayuda de Aristogitón.
No les resulta difícil,
dado el malestar del pueblo provocado
por la tiranía de los Pisistrátidas,
contar con varios cómplices.
La idea era la de aprovechar el desfile
de las Panateneas,
en el que no sería sospechosa
la formación de grupos armados por ciudadanos
que participaban en la procesión,
para asesinar a Hipias e Hiparco.
El Etna
es un volcán activo en la costa este de Sicilia,
entre las provincias de Mesina y Catania.
Tiene alrededor de 3322 metros de altura,
aunque esta varía debido a las constantes erupciones.
La montaña es hoy en día 21,6 metros menor
que en 1865.
Es el volcán activo con mayor altura
de la placa Euroasiática,
el segundo en referencia a la Europa política
después del Teide
y la montaña más alta de Italia al sur de los Alpes.
El Etna cubre un área de 1190 km2,
con una circunferencia basal de 140 kilómetros.
...
cieno
Del lat. caenum.
1. m. Lodo blando que forma depósito en ríos,
y sobre todo en lagunas o en sitios bajos y húmedos.
Suetonio
Cayo o Gayo Suetonio Tranquilo
(latín: Gaius Suetonius Tranquillus; c. 70-post. 126),
comúnmente conocido como Suetonio,
fue un historiador y biógrafo romano
Tácito
Cornelio Tácito
(en latín, Cornelius Tacitus; c. 55-c. 120)
fue un historiador, senador, cónsul
y gobernador del Imperio romano.
Escribió varias obras.
...
tiberio
De origen incierto,
quizá de Tiberio, emperador romano,
42 a. C.-37 d. C.,
por alusión. a sus orgías.
1. m. coloq. Ruido, confusión, alboroto.
gonce
Del lat. gomphus, y este del gr. γόμφος gómphos 'clavo', 'articulación'.
1. m. Gozne o pernio.
2. m. Med. Articulación de los huesos.
mimbre
Del desus. vimbre, y este del lat. vimen, -ĭnis.
1. m. o f. Cada una de las varitas delgadas y flexibles que produce la mimbrera, y que se emplean en trabajos de cestería.
2. m. o f. mimbrera (‖ arbusto salicáceo).
mengua
1. f. Acción y efecto de menguar.
2. f. Falta que padece algo para estar cabal y perfecto.
3. f. Pobreza, necesidad y escasez de algo.
4. f. Descrédito, deshonra, especialmente cuando procede de falta de valor.
bullir
Del lat. bullīre.
Conjug. actual c. mullir.
1. intr. Dicho del agua o de otro líquido: hervir (‖ producir burbujas por la acción del calor).
2. intr. Dicho de una cosa: Agitarse con movimiento parecido al del agua que hierve.
3. intr. Dicho de una masa de personas, animales u objetos: Agitarse a semejanza del agua hirviendo.
4. intr. Dicho de una persona: Moverse, agitarse con viveza excesiva, no parar, no estarse quieta en ninguna parte.
5. intr. Moverse como dando señal de vida. U. t. c. prnl.
6. intr. Dicho de cosas de una misma naturaleza: Ocurrir con frecuencia y actividad. Bullir las pláticas, las asonadas.
7. tr. mover (‖ menear). Don Quijote no bullía pie ni mano.
8. tr. desus. Revolver algo. Hay que bullir repetidamente el preparado farmacéutico.
#LaCitaExtrañaCon
#CiberDemosCratos
#DigitalNewsPaperForXYZPeople
by #HábitatUniversalizability
###





0 Comentarios:

Publicar un comentario

Suscribirse a Comentarios de la entrada [Atom]

<< Página Principal